viernes, 26 de septiembre de 2008

Hace una hora quería no verla más; ahora temo que me abandone…

Boté por la borda todos sus sueños. Reduje a lo más mínimo su deseo de continuar, despreciando todo lo que ella quiso ser para mí. La existencia me pesa entre el suelo y su llanto, entre su cuerpo y mi desesperación. Me odia, su rostro está marcado. Mis fantasías con ella se sumergen en su mirada perdida. ¿Qué puedo decirle? Me dio su perdón pero su beso no miente.

Me engañó alimentándome de futuros que no han ocurrido, ahogándome entre su piel y enredándome en sus cabellos. Yo me aferro al recuerdo, huyo del presente mientras navego en perfumes y placeres con ella… pero mi mente sigue trenzando sus palabras con las mías y yo en el fondo de un abismo.


Como monarca en agonía la sostengo con miedo a hacerle más daño. La lluvia llega y ella se calma… pero su mirada no es la misma.

1 comentario:

azulquitapenas dijo...

Sería muy bueno que le dieras una revisada al libro del que hablamos ahora, Primero Estaba el mar, de Tomás González.